La simbiosis es, según el diccionario, una relación de beneficio mutuo entre organismos. Pero, ¿y si este concepto escapara de la biología y describiera también el intercambio entre saberes, instituciones y experiencias? Así lo vivimos en Biofilia: Aguas que tejen el tiempo, un proyecto donde el arte, la ciencia y la pedagogía se entrelazaron en un laboratorio vivo de ideas y colores microscópicos.
Históricamente, los microorganismos han sido mostrados como amenazas invisibles. Pero, ¿qué pasa cuando esos peligros se vuelven pintura viva, trazos que respiran y una forma de expresarse sin palabras? ¿Es posible, incluso, articular la pedagogía y el espacio museográfico en esta efervescente idea?
Más allá de descomponer, ser objeto de investigaciones o actuar como agentes patógenos, las bacterias y microhongos nos acompañaron al pintar un lienzo muy particular: el agar, un medio de cultivo microbiológico donde miles de ideas han convergido desde 1882 —e incluso antes. La biodiversidad fue suficiente para inspirarnos a crear obras que esperamos hayan movido a nuestros visitantes, no solo a apreciar la vida en pequeñas porciones, sino también a pensarse el arte como algo vivo e inherente a la existencia.
Juntos, como un micelio, entretejimos conocimientos y experiencias que florecieron este mayo, el mes del Arte Agar en Biofilia: Aguas que tejen el tiempo. Los visitantes fueron testigos no solo de microorganismos con tonalidades pictóricas, sino también de cómo la ciencia y el arte se dieron la mano, dando como resultado una muestra de arte vivo y sensible. ¿Será que la vida, esta vez, realmente imitó al arte?
En mayo, la Universidad Pedagógica Nacional nos abrió sus puertas, y algunos de los educadores que la conforman nos mostraron una biología inquieta, dinámica, que se abre camino con ecos de conservación y educación. Nos invitaron a caminar juntos, fortaleciendo no solo conversaciones interdisciplinares, sino también ideas de co-creación e innovación. Entre instituciones y dependencias, tuvimos visitas que nos permitieron esparcir un mensaje de aprecio y cuidado por la vida que recorre el presente y el pasado del altiplano. Nuestros polinizadores de conocimiento iban desde fósiles, bacterias, hongos, insectos y robles, hasta emprendedores, maestros, artistas y autores.
Pero no estábamos solos. Durante tres días, la Sala Colpatria fue el escenario de convergencia de más de 44 museos que han trazado metas comunes: compartir y preservar el patrimonio material e inmaterial de esta nación. Esparciendo semillas de esperanza y conocimiento en una tierra fértil: jóvenes, académicos, naturalistas… en fin, gente inquieta que asoma la mirada hacia espacios que destellan vida y cultura en cada rincón.
Este entramado de conocimientos y alianzas nos deja entrever que dependemos y nos complementamos los unos a los otros en una gran simbiosis interinstitucional. Y nosotros, los jóvenes investigadores de Biofilia: Aguas que tejen el tiempo, nos sentimos realmente privilegiados de hacer parte de esta red viva. Ansiamos seguir tejiendo experiencias memorables que trasciendan fronteras digitales, disciplinares y epistemológicas.
